20/05/07

Delibes em Tierra de Campos, por Mau

Há uns dias escrevia o Mangas de Revenga e sus muchachos, despertando alguns doces arrepios. O post foi leve e esquecido com o Barão mas sabemos que foi de boa vontade. E o Barão bem se lembra, que o espectáculo, não ficou só nesses simples estertores. E não digo mais, por que em Revenga rolou muita coisa e se continuarmos a discussão ainda perco o pio.

Agora, vamos ao o que interessa. Miguel Delibes poeta de prosa quotidiana, escreve e muito de Tierra de Campos. Para o Télurico ler de Tierra de Campos, é sonhar com Revenga, com aromas e memórias de um tempo de rebeldia imberbe e de descobertas. È por estas coisas que a leitura dos relatos de Delibes, lhe são tão entranháveis. Nos relatos de Delibes, há uma personagem que é quase uma constante da sua obra. O caçador é uma das figuras mais carismáticas, eloquentes e românticas da paisagem castelhana.

Delibes descreve fielmente, essa antagónica dualidade do caçador, de carácter tão hermético como efervescente, um carácter crescido nas mãos dum território severo e extenuante como é Tierra de Campos.

Miguel Delibes, enorme escritor, também foi caçador e sem duvida o escritor que mais nos aproxima a essência do caçador de Tierra de Campos, uma forma própria de viver e amar o campo.

Em 2005, última publicação de este relato – Diário de un Cazador – com mais de 50 anos de história, Miguel Delibes nos deleita com um texto alegórico a este espírito télurico e cinegético:

El 5 de Marzo de 1955 nació en Barcelona este libro. Vázquez-Zamora me llevó el ejemplar número uno a Barajas y mi primer viaje a América lo hice inevitablemente ojeándolo, lo que equivale a decir que llegué a Buenos Aires y a Santiago de Chile con El cazador recién nacido y, tras unos meses, ya de regreso a Madrid, embarazado del Emigrante.

A Vergés, que era un hombre de negocios muy literario, fue ésta la novela que más le gustó de las publicadas por mí hasta la fecha: «!qué buen Nadal (Premio Nadal) hubiera hecho este libro!», solía decirme. Y es el caso que, pese a anticipar en el titulo de que iba el asunto, El Cazador gustó y tuvo un movimiento extraordinario que no ha cesado cincuenta años después, edición tras edición.

También hubo movimiento humano. La inolvidable cuadrilla del 55, a la que dedico este libro, se acabó, como suelen terminar los negocios de los hombres, por defunción. Mi padre dejó de «subir gallardamente sus ochenta años ladera arriba» y falleció unos meses después de nacer Lorenzo. También Vicente Presa, mi querido compañero en el crucero Canarias, dejó de existir años más tarde, mientras mi hermano José Ramón, que «solía llevar de postre un tocinillo de cielo» fue más longevo: nos dijo adiós el año pasado, en primavera.

Contra el tiempo nada pueden los hombres, aunque si algunos libros. Y confío que este, cuyo nacimiento comento ahora, sea uno de ellos.

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